lunes, 16 de diciembre de 2013

El Homo Sapiens... La especie inteligente


Antes de entrar de lleno al tema en función de Mindfulness, recordemos qué o quién es el Homo Sapiens.


El término homo sapiens  significa “hombre que piensa o también, hombre sabio”. Llamado hombre de Cro-Magnon, el antecedente directo del hombre actual. El Homo sapiens es una subespecie que aún sobrevive de todo el género Homo y de los Homínidos. Por lo tanto, sus parientes vivos más cercanos son los grandes simios, como el Gorila, el chimpancé o el Orangután.

Durante la Tercera Glaciación surgieron las primeras formas de una nueva especie: el Homo sapiens. Con el tiempo se diferenciarían dos subespecies: el Homo sapiens neanderthalensis y el Homo sapiens sapiens. 
En Alemania se encontró la subespecie Homo neanderthalensis que habitó Europa y partes de Asia occidental desde hace 230.000 hasta 29.000 años atrás, durante el Pleistoceno medio y superior, culturalmente integrada en el Paleolítico medio.
Entremos en materia desde el Mindfulness.

Hasta hace muy poco, el ser humano se atribuía la inteligencia como la cualidad que le diferenciaba del resto de los seres vivos. En cada época se han primado unos aspectos sobre otros para definir qué era eso de la inteligencia: desde la habilidad matemático-espacial, pasando por la capacidad de lenguaje, el pensamiento abstracto, la habilidad de resolver determinados problemas, el ser capaces de crear sociedades más o menos complejas o eso que llamamos “civilización”. 
Pero cuando la evidencia demostró que no éramos los únicos seres vivos capaces de organizarse en sociedades, de resolver problemas, de utilizar herramientas o de comunicarse con un lenguaje propio, se reveló que era necesario comprender de otra forma el concepto de inteligencia. 

En realidad si desplegamos una mirada crítica sobre lo que ha sido la historia de nuestra especie, muchos de los aspectos que aparecen ante nuestros ojos dudosamente podrían calificarse de “inteligentes”.

Por otra parte, una simple mirada a nuestro alrededor basta para comprobar cómo personas con un incuestionable éxito social y profesional, en muchas ocasiones no se desenvuelven bien en las relaciones o en la expresión de sus afectos. Se podría esperar que fueran buenos líderes, creativos e innovadores en su vida, pero esto no es así. Y por el contrario, un buen número de personas de gran éxito profesional, dejaron mucho que desear como estudiantes, hasta el punto que se les auguraba ser unos fracasados... 

¿Te suena la historia de Bill Gates, por ejemplo? 

Así pues... ¿Qué es eso a lo que llamamos inteligencia? 

Durante los últimos años se ha redefinido constantemente el concepto de inteligencia, sacándolo de las anteriores propuestas rígidas y basadas en la creencia arraigada de que “la inteligencia estaba solo en el cerebro”. 
Poco a poco la investigación ha arrojado luz sobre el tema, incluyendo nuevos componentes y perspectivas para comprender qué es la inteligencia. 
Se trata de un acercamiento mucho más abierto y holístico que la comprende, ya no como una capacidad única, sino como una serie de capacidades diferentes entre sí pero interconectadas.

Ya no es vista ni única ni fundamentalmente como una capacidad del cerebro, de nuestra parte lógica o puramente racional, sino como un conjunto de capacidades que interaccionan entre sí para dirigir nuestras acciones, pensamientos y emociones, para conocer, comprender y encontrar soluciones creativas, para utilizar con eficacia herramientas físicas, intelectuales, emocionales, espirituales o socioculturales.

Revisa esta información, pues lo que sigue está por demás interesante.

Don Emilio Garza

lunes, 2 de diciembre de 2013

El corazón, un órgano con inteligencia "neurocardiología"


Hoy iniciamos un nuevo tema que tiene absoluta relación con el Mindfulness y trata acerca de la Inteligencia del Corazón.


Pascal planteó que el corazón tiene razones que la razón no entiende. Para jurar se lleva la mano al corazón, a la intuición se le dice corazonada, de alguien bueno decimos que tiene un corazón de oro y cuándo amamos a alguien le decimos: te amo con todo mi corazón. La pena nos parte el corazón, el miedo lo hace encogerse y con la alegría nuestro corazón salta... 

¿Simples metáforas poéticas? Parece demasiada coincidencia ¿No?... 
¿No será que nuestro corazón sabe, siente y responde en sentido real? 
Eso es lo que parece indicar la investigación de una ciencia emergente: la neurocardiología. 

Esta nueva línea de investigación indica que el corazón posee una forma de inteligencia diferente a la atribuida al cerebro, con mucha más influencia en nuestra vida de la que podemos imaginar: ambas inteligencias, la del cerebro y la del corazón, se complementan pero parece que el puesto de mando se sitúa en el corazón. 
Conectar con la inteligencia del corazón supone adquirir una mayor sabiduría e inteligencia para vivir. Mientras que la inteligencia del cerebro tiende a analizar y a separar en partes, la inteligencia del corazón busca la síntesis. 

La idea de que podemos pensar con el corazón ya no es sólo una metáfora sino que es, de hecho, algo muy real. La investigación científica está apuntando a que el corazón es fundamental como centro de inteligencia en los seres humanos. 

Los biólogos moleculares nos dicen que el corazón es la glándula endocrina más importante del cuerpo. En respuesta a nuestra experiencia del mundo, produce y libera una hormona importante, ANF (Atrial Natriuretic Factor) (Factor Natriurético Atrial), que afecta profundamente las funciones del sistema límbico o “cerebro emocional”. Esto incluye el área del hipocampo donde la memoria y el aprendizaje tienen lugar, y también los centros de control de todo el sistema hormonal. 

Los neurocardiólogos han encontrado que del 60 al 65% de las células del corazón son en realidad células neuronales, y no células musculares como se creía anteriormente. 
Son idénticas a las células nerviosas en el cerebro, operando a través de los mismos enlaces, los ganglios, con las mismas conexiones dendríticas-axonales que en el cerebro, y utilizan los mismos neurotransmisores. 
Cambiando nuestra conexión con el corazón podemos modificar también el cerebro: si las señales cardiacas son caóticas, este caos se refleja en ciertas áreas cerebrales; si aprendemos a gestionar estas señales y a transformarlas en señales coherentes, se abren cerebralmente también nuevos campos de percepción que nos permiten pensar con más claridad. 

Nuestras percepciones entonces cambian y podemos ver más aspectos de la realidad y relacionarnos con ella de forma más profunda y satisfactoria: somos más conscientes de lo que pasa alrededor nuestro, más sensibles hacia los demás y aumenta nuestra autoconsciencia de lo que sentimos y pensamos. 

En realidad, de una forma intuitiva y sabia, esta conexión corazón-cerebro y su poder para grandes transformaciones, no es algo nuevo. 

Como sucede a menudo, la ciencia confirma lo que la humanidad sabia conocía desde hace miles de años: el poder transformador de soltar la experiencia de vivirnos “fragmentados” y recuperar la experiencia del todo integrado que somos. 

Esto es exactamente lo que sucede cuando nos vivimos desde una atención sostenida, desde una consciencia ecuánime, desde una experiencia Mindfulness.

Corazón roto 

Investigadores de la Facultad de Medicina Johns Hopkins probaron que se puede morir por un “corazón roto”. Estudiaron pacientes con arterias sin coágulos que sufrieron infartos después de cuadros de estrés emocional por la pérdida de la pareja. Encontraron que los niveles de hormonas del estrés en sangre eran tres veces más altos que los de las víctimas de infarto convencionales. Son conocidos los casos del “síndrome del corazón roto”, en el que el cónyuge que sobrevive, fallece también al poco tiempo, como si la muerte de uno precipitara la del otro.

Seguiré tratando este tema en las siguientes intervenciones.

Don Emilio Garza