Después de unas semanas de silencio escrito en el blog debido al desarrollo de un elaborado trabajo de Mindfulness, hoy regreso para continuar compartiéndote información referente a nuestro tema de Atención Plena, es decir, MINDFULNESS.
Muy pronto se cumplirá un siglo en que Rudolph Steiner, filósofo y pensador austriaco fundador de la Antroposofía -consiste en el conocimiento que quisiera conducir lo espiritual en el hombre a lo espiritual en el universo. Pueden ser antropósofos quienes sienten determinadas cuestiones sobre la esencia del hombre y del mundo como una necesidad tan vital como la que se siente cuando tenemos hambre y sed-, anticipó que el mayor descubrimiento de la ciencia del siglo XX sería que el corazón no es una bomba, sino mucho más, y que el gran desafío de los siglos venideros de la humanidad sería permitir al corazón enseñarnos a pensar de una manera nueva. En nuestros días esto se está confirmando de forma clara desde una base científica. Veamos cómo...
El corazón hace mucho más que bombear sangre al organismo. En realidad está muy ligado a procesos de regulación y sanación de diferentes formas: influye en la presión sanguínea, produce hormonas y genera un campo de comunicación electromagnética. La función cerebral está íntimamente relacionada con él. El corazón funciona como una verdadera y potente centralita que envía señales al resto del cuerpo. De hecho, es el primer órgano en formarse en el feto, en el plazo de unos diez días después de la concepción, y se cree que proporciona el campo electromagnético del que el ADN depende para operativizar sus instrucciones.
El corazón empieza a latir en el feto mucho antes de que se forme el cerebro. Los científicos no saben exactamente qué es lo que hace que empiece a latir. Parece que de alguna manera el primer impulso lo da el latido de la madre y luego el corazón se hace autorrítmico y empieza a latir por sí mismo. El latido cardiaco se genera desde el mismo corazón y no necesita estar conectado al cerebro para seguir latiendo. Se ha descubierto que en el corazón hay alrededor de 40.000 neuronas que conectan directamente y sin intermediarios el corazón y el cerebro, especialmente la zona relacionada con las emociones, dando lugar a un diálogo permanente corazón-cerebro del que ni siquiera somos conscientes. Literalmente pues hay un “cerebro” en el corazón.
En la década de los 90, el neurocardiólogo J. Andrew Armour acuñó el concepto del “heart brain” (cerebro del corazón): un sistema nervioso cardiaco con neuronas, neurotransmisores, proteínas y células de apoyo similares a las que se encuentran en el cerebro, mediante el cual el corazón aprende, recuerda, siente y percibe de forma autónoma. Está directamente comunicado con nuestro cerebro emocional, y posee una propiedad asombrosa, la capacidad de intuición: el corazón reacciona a un estímulo “antes de que se produzca”, y antes de que la información llegue al cerebro.
Nuestro corazón origina además un campo electromagnético cien veces mayor que el del cerebro, que influye en el entorno según la información que transmita. También se ha comprobado que alberga memoria de corto y medio plazo, que nos permite tomar decisiones funcionales y rápidas sin el concurso del cortex cerebral. El corazón es, además, unos de los órganos endocrinos más importantes del cuerpo: produce al menos cinco hormonas fundamentales.
Quién lo hubiera pensado, que hemos crecido ante la frase "hay que pensar con la cabeza y no con el corazón" y ahora resulta que quienes hemos aprendido a "escuchar al corazón" muy probablemente estamos aprendiendo a sacarle provecho a esa inteligencia que pone a nuestro servicio éste noble órgano que se convierte en parte vital de nuestra existencia.
Por otra parte, nuestro corazón es el órgano que genera más electricidad del cuerpo, aproximadamente cien veces más que el cerebro.
Esta energía eléctrica no solo se transmite a todas las células, sino que se proyecta hacia el exterior, creando un campo electromagnético que envuelve nuestro cuerpo 360 grados. De hecho, es posible realizar un electrocardiograma a un metro de distancia del cuerpo.
Ahora sabemos que este campo que nos envuelve cambia según la experiencia emocional que estamos teniendo: sentimientos como la frustración o la rabia producen un campo caótico, mientras que estados emocionales como el amor o la compasión generan campos muy diferentes, más estructurados.
Siempre pensamos que el sistema de entrada de información estaba por completo en el cerebro, pero ahora estamos descubriendo que es el corazón el que recibe información en primer lugar y luego la transmite al cerebro. Podemos hablar de una inteligencia cardiaca, muy rápida, intuitiva y práctica, que nos orienta en decisiones sin que sepamos muy bien como han surgido.
Siempre está ahí, pero nuestro conflicto es que nos hemos desconectado de la inteligencia del corazón.
Por ahora, aquí termino esta entrega. Hasta pronto.
Don Emilio Garza