viernes, 9 de noviembre de 2018

Reavivando el blog

Saludos queridos lectores, seguidores de hace muchos años (1 o a lo mejor 2)... 

Después de mucho tiempo, cuatro años para ser exacto, regreso a reavivar este foro de ideas y reflexiones con la intención de aportar una semillita que logre un momento de reflexión en sus vidas para su crecimiento emocional y espiritual. Espero se logre mi objetivo.

Hoy quiero compartir una reflexión que leí y me parece sensacional para hacernos conscientes de un fenómeno de actualidad presente en la mayoría de quienes en algún momento de nuestras vidas descubrimos las redes sociales y las hemos integrado como parte de nuestra.

Es de la autoría de Carlos Padilla Esteban, colaborador de la página "Aleteia" (espiritual).

El artículo lo ha titulado: 

"Por qué me importa tanto publicar en las redes sociales?"

Muchas personas sueñan con dejar huella con su vida. Sueñan con la trascendencia de sus actos. Y a menudo infravaloran (desvalorizan) el valor de lo que no brilla, de lo que no se ve.

El otro día leía lo que decía un campeón de motociclismo: “Más que los títulos, es mejor dejar huella”. Me llamó la atención.
Se refería a que su estilo de conducir dejara una huella imborrable. Es lo que le daba sentido a todo lo que hacía.
Si resultaba que no grababan un importante momento de su conducción, no había valido la pena. Es curioso, me sonó a vanidad.

Hoy quiero que todo lo que hago lo vean otros, lo sepan. Cuelgo una foto y quiero que deje huella. O lo grabo para que muchos lo vean. Si no hay constancia visual, no hay tampoco huella.
El valor de lo oculto desaparece ante mis ojos. Acabo pensando que lo que de verdad cambia el mundo es los visible. Tal vez me estoy olvidando de lo importante.
Pienso en esa semilla que muere y da fruto después de su muerte. Pienso en tantos actos de amor que nadie ve. ¿No los valoro?
Me descubro a mí mismo queriendo dejar huella con mis actos. Los actos de toda una vida impresos para que todos los aplaudan. Demasiado exigente.
Cuando llegue a viejo, ¿qué valor habrán tenido mis obras de joven? ¿Qué recuerdos de mi vida quedarán en la memoria? ¿Qué repercusión habrá tenido lo que hice siendo niño?
Pienso en las huellas que dejan mis manos, mis pasos, mis palabras. Las huellas de mi amor. La entrega de mi vida.
Muchos actos buenos pueden quedar borrados y no dejar huella, justo después de salir a la luz un acto malo que tapa todo lo anterior.
Un despiste, un olvido, un agravio, un fracaso. Pesa mucho más un error, un árbol caído, que mil actos de bondad.
No lo entiendo, pero es cierto. Miro la huella, miro la cicatriz. Son dos formas de caminar por la vida, de cambiar el mundo. La huella que se ve, la cicatriz oculta.
Me muevo caminando inquieto sobre un delgado alambre. Oscilo entre el bien que deseo realizar y el mal que hago o no evito. Y mi vida se evalúa sobre una balanza. En equilibrio o en desequilibrio. Con pérdidas o ganancias.
Me empeño en dejar huella. Insisto en hacer cosas grandes. ¿Es lo grande lo que de verdad cambia el mundo? ¿Creo que yo puedo cambiarlo con mis actos grandilocuentes?
Me sobrecoge la desproporción. Dios deja huella en mi alma. En la historia de mi alma en la que me habla en lo más sagrado e íntimo.
Busco sus huellas perdidas. Percibo su presencia oculta dentro de mí. Veo la huella de tantas personas en mi alma… Hay huellas. Hay heridas.
Huellas que no duelen. Heridas que duelen en lo más profundo. Huellas dejadas por el amor. Heridas infringidas por el odio o el desamor. Es tan sutil la diferencia… Huellas que todos ven. Y huellas que sólo algunos perciben. O sólo yo. O sólo Dios en mí.
Y a mí me obsesiona la huella que dejan mis palabras y mis actos. Todo es vanidadQuizás me estoy olvidando del poder de Dios. Su huella a través de mí es infinita. Es el milagro de la fecundidad que obra con su poder.
¿Por qué me preocupa tanto dejar huella si al final es Dios el que lo cambia todo? Quisiera ser capaz de amar el silencio. De amar la vida oculta en medio de un mundo lleno de publicidad.
Quisiera pasar desapercibido en medio de una masa que camina hacia Dios.
Me gusta la vida oculta de Jesús que sólo puedo imaginarme. Y las dificultades y dolores de los santos de los que nadie me habla.
Creo en el poder de lo oculto sin necesidad de conocerlo. Creo en la huella profunda que dejan los santos con esos gestos y palabras de los que nadie nunca supo.
Lo que de verdad importa es el amor enterrado. Aunque no deje huella en apariencia. Y no sepa yo cuándo ocurrió, ni cómo. Nadie pudo verlo.
El amor en la renuncia que no se valora. En lo que no se agradece. En lo que nadie reconoce ni puede ver.
Tengo tanto afán por dejar huella y ser reconocido… Por ser valorado en mi entrega, en el amor que pongo en lo que hago.
Soy muy humano y mis deseos también son humanos. Tal vez demasiado autorreferentes. Me hace daño pensar así.
Pero es verdad que me gustan las personas que dejan huella en mi vida. Tengo a muchos.
Decía Hamlet Lima Quintana: “Hay gente que con solo decir una palabra enciende la ilusión y los rosales, que con solo sonreír entre los ojos nos invita a viajar por otras zonas, nos hace recorrer toda la magia. Hay gente, que con solo dar la mano rompe la soledad, pone la mesa, sirve el puchero, coloca las guirnaldas. Que con solo empuñar una guitarra hace una sinfonía de entrecasa. Hay gente que es así, tan necesaria”.
Tengo la medida de su huella en mi alma. Son necesarios. El valor de su amor en mí me hace mejor persona. Soy el eco de su voz.
mi amor es copia del amor recibido. No soy tan original como creía. Ni mis obras tienen tanto poder como deseo.
Pero aprecio con gratitud las huellas en mi piel de los que me han amado. Me duelen algo más las cicatrices que dejaron los que no me amaron.
Quiero agradecer mi vida llena de huellas de otros. Y pedirle a Dios que deje una huella honda en mi alma cada vez que me perdona, me levanta y me dice que me quiere.
.....
Tú, ¿qué opinas?
¿Realmente tus aportaciones tienen el objetivo aportar algo a los demás o solamente es la forma como buscas satisfacer ese vacío que a veces inunda el corazón, cuando te olvidas de que tu sola presencia ya regala algo a alguien?
No importa qué ni cómo, pero es importante que reconozcas que todos los seres humanos, sin excepción tenemos algo que puede ser útil para los demás, tanto para imitarlo así como para evitar imitarlo, pero ambas formas, son lecciones.

¿No lo crees?
Excelente y productivo día para ti.
Don Emilio Garza






viernes, 28 de febrero de 2014

Será posible... ¿los seres humanos tenemos un corazón inteligente?


Después de unas semanas de silencio escrito en el blog debido al desarrollo de un elaborado trabajo de Mindfulness, hoy regreso para continuar compartiéndote información referente a nuestro tema de Atención Plena, es decir, MINDFULNESS.

Muy pronto se cumplirá un siglo en que Rudolph Steiner, filósofo y pensador austriaco fundador de la Antroposofía -consiste en el conocimiento que quisiera conducir lo espiritual en el hombre a lo espiritual en el universo. Pueden ser antropósofos quienes sienten determinadas cuestiones sobre la esencia del hombre y del mundo como una necesidad tan vital como la que se siente cuando tenemos hambre y sed-, anticipó que el mayor descubrimiento de la ciencia del siglo XX sería que el corazón no es una bomba, sino mucho más, y que el gran desafío de los siglos venideros de la humanidad sería permitir al corazón enseñarnos a pensar de una manera nueva. En nuestros días esto se está confirmando de forma clara desde una base científica. Veamos cómo... 

El corazón hace mucho más que bombear sangre al organismo. En realidad está muy ligado a procesos de regulación y sanación de diferentes formas: influye en la presión sanguínea, produce hormonas y genera un campo de comunicación electromagnética. La función cerebral está íntimamente relacionada con él. El corazón funciona como una verdadera y potente centralita que envía señales al resto del cuerpo. De hecho, es el primer órgano en formarse en el feto, en el plazo de unos diez días después de la concepción, y se cree que proporciona el campo electromagnético del que el ADN depende para operativizar sus instrucciones. 

El corazón empieza a latir en el feto mucho antes de que se forme el cerebro. Los científicos no saben exactamente qué es lo que hace que empiece a latir. Parece que de alguna manera el primer impulso lo da el latido de la madre y luego el corazón se hace autorrítmico y empieza a latir por sí mismo. El latido cardiaco se genera desde el mismo corazón y no necesita estar conectado al cerebro para seguir latiendo. Se ha descubierto que en el corazón hay alrededor de 40.000 neuronas que conectan directamente y sin intermediarios el corazón y el cerebro, especialmente la zona relacionada con las emociones, dando lugar a un diálogo permanente corazón-cerebro del que ni siquiera somos conscientes. Literalmente pues hay un “cerebro” en el corazón. 

En la década de los 90, el neurocardiólogo J. Andrew Armour acuñó el concepto del “heart brain” (cerebro del corazón): un sistema nervioso cardiaco con neuronas, neurotransmisores, proteínas y células de apoyo similares a las que se encuentran en el cerebro, mediante el cual el corazón aprende, recuerda, siente y percibe de forma autónoma. Está directamente comunicado con nuestro cerebro emocional, y posee una propiedad asombrosa, la capacidad de intuición: el corazón reacciona a un estímulo “antes de que se produzca”, y antes de que la información llegue al cerebro. 

Nuestro corazón origina además un campo electromagnético cien veces mayor que el del cerebro, que influye en el entorno según la información que transmita. También se ha comprobado que alberga memoria de corto y medio plazo, que nos permite tomar decisiones funcionales y rápidas sin el concurso del cortex cerebral. El corazón es, además, unos de los órganos endocrinos más importantes del cuerpo: produce al menos cinco hormonas fundamentales. 

Quién lo hubiera pensado, que hemos crecido ante la frase "hay que pensar con la cabeza y no con el corazón" y ahora resulta que quienes hemos aprendido a "escuchar al corazón" muy probablemente estamos aprendiendo a sacarle provecho a esa inteligencia que pone a nuestro servicio éste noble órgano que se convierte en parte vital de nuestra existencia.


Por otra parte, nuestro corazón es el órgano que genera más electricidad del cuerpo, aproximadamente cien veces más que el cerebro. 
Esta energía eléctrica no solo se transmite a todas las células, sino que se proyecta hacia el exterior, creando un campo electromagnético que envuelve nuestro cuerpo 360 grados. De hecho, es posible realizar un electrocardiograma a un metro de distancia del cuerpo. 
Ahora sabemos que este campo que nos envuelve cambia según la experiencia emocional que estamos teniendo: sentimientos como la frustración o la rabia producen un campo caótico, mientras que estados emocionales como el amor o la compasión generan campos muy diferentes, más estructurados. 
Siempre pensamos que el sistema de entrada de información estaba por completo en el cerebro, pero ahora estamos descubriendo que es el corazón el que recibe información en primer lugar y luego la transmite al cerebro. Podemos hablar de una inteligencia cardiaca, muy rápida, intuitiva y práctica, que nos orienta en decisiones sin que sepamos muy bien como han surgido. 

Siempre está ahí, pero nuestro conflicto es que nos hemos desconectado de la inteligencia del corazón. 


Por ahora, aquí termino esta entrega. Hasta pronto.

Don Emilio Garza

martes, 21 de enero de 2014

Somos Energía


Hola, hoy tocaré un tema que a veces es escabroso para algunas personas, ante tantas creencias basadas en "lo que se oye" y que pocas veces nos damos el trabajo y la oportunidad de investigar en fuentes fidedignas y autorizadas.
Me refiero al tema relacionado con nuestra composición energética.

Comenzaré por compartirte una cita:

Todo lo que nos rodea, incluidos nosotros mismos, está hecho de energía.

Einstein


La idea de cambio, de flujo, es muy antigua. Este lenguaje en términos de energía ya estaba presente en Heráclito, Platón o Spinoza. El ser vivo es un sistema auto-organizado que vibra, evoluciona, se armoniza o desarmoniza (enferma) y se relaciona, hasta que la energía vital abandona la materia que le da forma. La materia no es más que “un estado concreto de la energía”, la realidad es fluctuante y la creatividad no es tanto un rasgo personal como un flujo de energía transformadora. Esta energía vital se transforma pero, de alguna forma, subsiste como una huella que perdura de diferentes modos. 

La experiencia y la sabiduría de un ser querido que desaparece, no quedan desvanecidas en la nada, sino que su huella queda ahí, lo mismo que todas las cosas que alguna vez han sucedido en el universo: Nada hay en el mundo que se pierda sin dejar huella. 
I. Laszlo 

Nuestra creencia de que sólo lo que vemos con nuestros ojos es lo que existe, se atrinchera resistente a admitir otras realidades, aunque tengamos mil ejemplos cotidianos que lo demuestren.
¿Caemos en la cuenta de la inmensidad de ondas invisibles que cruzan el espacio a cada momento? Nuestros teléfonos móviles, la televisión, la radio o internet no serían posibles sin ellas... ¿Cómo podrían funcionar si no existieran flujos de energía en forma de ondas? 
Numerosas observaciones constatan la inquietud de animales antes de que se produzca una tormenta o un terremoto; evidentemente, no han oído la predicción meteorológica, pero son sensibles a la variación de los campos eléctricos de la atmósfera que anuncia la perturbación que se aproxima. 
Los tratamientos sanadores que utilizan los canales energéticos del cuerpo humano para curar, como puede la acupuntura, apuntan también en esta dirección. 
El sexo es energía: energía mental, emocional y corporal; las sensaciones que acompañan al sexo tienen en su base una potente carga energética. Cada átomo que compone cada molécula que forma cada célula... tiene un nivel concreto de vibración, una carga energética. Cada una de nuestras células es pura energía. Somos esencialmente energía.

La mirada objetiva, estática y el trato como cosa a la que nos tiene acostumbrados el llamado realismo científico, comienza a tambalearse a la luz de nuevos saberes que van desde la neurociencia a la transpersonalidad, y de la física mecánica a la física cuántica. Somos energía. Todo puede explicarse en términos de campos de energía y su fuerza transformadora. También los fenómenos mentales como el pensamiento o la creatividad pueden ser interpretados en términos de flujo de energía, un constructo tan útil como la motivación, la inteligencia, la creatividad o el rendimiento.

Saturnino de la Torre, 
catedrático de didáctica de la Universidad de Barcelona.


Los seres humanos parecemos estar enlazados de manera sutil y eficaz, (¿recuerdas la inteligencia distribuida?), como postula Rupert Sheldrake en su teoría de la resonancia mórfica: la energía es el principio del cambio, es el principio causal del proceso de transformación...

Está en la base del tiempo, del cambio, de la interconexión de todo y todos, del devenir... El flujo vibracional es el punto de encuentro entre la naturaleza personal- individual y el estado energético de nuestro entorno.

Las personas creativas simplemente captan la vibración que surge de esta interacción sin censuras, y la transforman en nuevas propuestas y desarrollos sorprendentes e innovadores. 

Observa lo siguiente:

Paul Deslauriers, ingeniero y consultor de desarrollo organizacional, atribuye la eficacia de los grupos y organizaciones a su capacidad de situarse en la “zona de alta frecuencia energética”. Quien se sitúa en esa franja, ya sea persona, grupo, organización o sociedad, alcanza cotas de rendimiento, de éxito y de evolución muy satisfactorios:

“Todo consiste en energía. Cuando hablamos de energía pensamos en una fuerza invisible, indefinida, pero incluso los objetos sólidos son intensos sistemas de energía. Lo que llamamos sentimiento o humor, son de hecho, flujos de energía”.

Nuestro cuerpo es un campo energético que contiene patrones de información. Todos los órganos generan sus propios campos energéticos específicos, pero hay un órgano concreto que genera un campo que afecta a todo el resto del cuerpo: es el corazón, el emperador del sistema, el que lo gobierna todo. 
El corazón está constantemente emitiendo ondas de calor y presión, sonido, luz, señales eléctricas, magnéticas y electromagnéticas. Todas las células del cuerpo reciben en diferentes momentos estas señales que viajan a diferentes velocidades por el sistema circulatorio. 
Una nueva ciencia ha emergido, la cardiología energética, que afirma que todas las señales que emite el corazón son fundamentales para el funcionamiento total del organismo. Y estas señales, están íntimamente ligadas a eso que llamamos “inteligencia”.

Por ahora aquí termino mi entrega, espero te sea de interés.

Don Emilio Garza

miércoles, 15 de enero de 2014

Teorías acerca de la Inteligencia

Después de algunas semanas de receso, continuo con nuestros temas acerca del Mindfulness.
Es importante que toquemos el tema relacionado con la inteligencia, siendo precisamente el Mindfulness una herramienta para optimizar este elemento que forma parte de nuestro ser.

Desde que en 1912 William Stern propusiera su fórmula para medir la inteligencia en forma de “cociente intelectual” (CI) ha transcurrido mucho tiempo. El CI ha dominado durante décadas los estudios sobre inteligencia y ha determinado las expectativas sobre nuestros niños a modo de “profecía autocumplida”. El método era simple: en función de los resultados obtenidos en ciertas pruebas lógicas, se obtenía una “edad mental” de cada sujeto que, dividida por su edad cronológica y multiplicada por 100, daba el CI. Se consideraba que la puntuación media de 100, con una desviación de 15 puntos por ambos lados, era una inteligencia “normal”. Aunque aún se sigue utilizando este procedimiento, es cada vez más cuestionado, pues está demostrado que su resultado depende de factores como el ambiente cultural del contexto, el desarrollo verbal del niño o su grado de integración escolar.

Progresivamente los intentos de comprensión de esta capacidad que llamamos inteligencia, se han ido abriendo, y surgen otras explicaciones mucho más integradoras que tienen en cuenta no solo los aspectos lógicos, sino toda una gama de posibilidades a veces sorprendentes. Vamos a detenernos brevemente en algunas de las más significativas por sus aportaciones y su acogida en la comunidad científica:

- Inteligencia Triple: Sternberg (1986) argumenta que la inteligencia humana abarca una amplia variedad de habilidades que determinan nuestra efectividad en muchas áreas de la vida. Para él, existen tres tipos básicos de inteligencia: la analítica, que se refiere a procesos mentales para adquirir nuevos conocimientos, resolver problemas y realizar tareas con eficacia; la creativa, que involucra la capacidad para adaptarse a nuevas situaciones, usar conceptos o combinar información novedosamente; y la práctica, que facilita el éxito en el mundo personal y práctico debido al desarrollo de una especial sensibilidad y flexibilidad para la adaptación al medio.

- Inteligencia Distribuida: Salomon (1993) y Resnick y Collins (1996) hablan de un “saber compartido”, en el que el pensamiento está situado y distribuido socialmente. La Inteligencia Distribuida está constituida por los recursos cognitivos del ser humano concreto junto con todas las herramientas que ha desarrollado a lo largo de su evolución como especie. Edwin Hutchins y sus colaboradores de la Universidad de San Diego al final de los años 80 son los pioneros en esta línea emergente de estudio. Afirman apoyados en los resultados de sus estudios que localizar la inteligencia sólo en un cerebro es un error. Lo que vienen a confirmar numerosos ensayos es que la inteligencia se comprende mejor cuando se considera “un fenómeno distribuido”: no solo se nutre de nuestros entornos personales, de libros, cursos o enseñanzas varias, sino que está claramente influida por la inteligencia y los modelos mentales de las personas cercanas.

- Inteligencia Emocional:
Daniel Goleman (1997) alcanzó gran popularidad con su teoría, en la que definió la inteligencia emocional como “la capacidad para reconocer sentimientos en sí mismo y en otros, y la habilidad para gestionarlos en diferentes situaciones”. Hay cinco rasgos centrales cuyo desarrollo es determinante: el conocimiento de las emociones propias (autoconciencia), el manejo de las emociones (autorregulación), el uso de las emociones para motivarse (automotivación), el reconocimiento de las emociones de los otros (empatía) y el manejo de relaciones (socialización).

- Inteligencia Múltiple:
Gardner (1999) plantea una concepción pluralista, reconociendo un conjunto de habilidades, talentos o capacidades mentales a los que denomina “inteligencias”, cada una entendida como un potencial que se activa en situaciones concretas. Identifica ocho inteligencias distintas: musical, cinético-corporal, lógico-matemática, lingüística, espacial, interpersonal, intrapersonal y naturalista. Todas las personas son diferentes en el grado en que poseen estas inteligencias y en su combinación. 

Por ahora termino esta entrega y pronto continuaré con el tema.

Don Emilio Garza

lunes, 16 de diciembre de 2013

El Homo Sapiens... La especie inteligente


Antes de entrar de lleno al tema en función de Mindfulness, recordemos qué o quién es el Homo Sapiens.


El término homo sapiens  significa “hombre que piensa o también, hombre sabio”. Llamado hombre de Cro-Magnon, el antecedente directo del hombre actual. El Homo sapiens es una subespecie que aún sobrevive de todo el género Homo y de los Homínidos. Por lo tanto, sus parientes vivos más cercanos son los grandes simios, como el Gorila, el chimpancé o el Orangután.

Durante la Tercera Glaciación surgieron las primeras formas de una nueva especie: el Homo sapiens. Con el tiempo se diferenciarían dos subespecies: el Homo sapiens neanderthalensis y el Homo sapiens sapiens. 
En Alemania se encontró la subespecie Homo neanderthalensis que habitó Europa y partes de Asia occidental desde hace 230.000 hasta 29.000 años atrás, durante el Pleistoceno medio y superior, culturalmente integrada en el Paleolítico medio.
Entremos en materia desde el Mindfulness.

Hasta hace muy poco, el ser humano se atribuía la inteligencia como la cualidad que le diferenciaba del resto de los seres vivos. En cada época se han primado unos aspectos sobre otros para definir qué era eso de la inteligencia: desde la habilidad matemático-espacial, pasando por la capacidad de lenguaje, el pensamiento abstracto, la habilidad de resolver determinados problemas, el ser capaces de crear sociedades más o menos complejas o eso que llamamos “civilización”. 
Pero cuando la evidencia demostró que no éramos los únicos seres vivos capaces de organizarse en sociedades, de resolver problemas, de utilizar herramientas o de comunicarse con un lenguaje propio, se reveló que era necesario comprender de otra forma el concepto de inteligencia. 

En realidad si desplegamos una mirada crítica sobre lo que ha sido la historia de nuestra especie, muchos de los aspectos que aparecen ante nuestros ojos dudosamente podrían calificarse de “inteligentes”.

Por otra parte, una simple mirada a nuestro alrededor basta para comprobar cómo personas con un incuestionable éxito social y profesional, en muchas ocasiones no se desenvuelven bien en las relaciones o en la expresión de sus afectos. Se podría esperar que fueran buenos líderes, creativos e innovadores en su vida, pero esto no es así. Y por el contrario, un buen número de personas de gran éxito profesional, dejaron mucho que desear como estudiantes, hasta el punto que se les auguraba ser unos fracasados... 

¿Te suena la historia de Bill Gates, por ejemplo? 

Así pues... ¿Qué es eso a lo que llamamos inteligencia? 

Durante los últimos años se ha redefinido constantemente el concepto de inteligencia, sacándolo de las anteriores propuestas rígidas y basadas en la creencia arraigada de que “la inteligencia estaba solo en el cerebro”. 
Poco a poco la investigación ha arrojado luz sobre el tema, incluyendo nuevos componentes y perspectivas para comprender qué es la inteligencia. 
Se trata de un acercamiento mucho más abierto y holístico que la comprende, ya no como una capacidad única, sino como una serie de capacidades diferentes entre sí pero interconectadas.

Ya no es vista ni única ni fundamentalmente como una capacidad del cerebro, de nuestra parte lógica o puramente racional, sino como un conjunto de capacidades que interaccionan entre sí para dirigir nuestras acciones, pensamientos y emociones, para conocer, comprender y encontrar soluciones creativas, para utilizar con eficacia herramientas físicas, intelectuales, emocionales, espirituales o socioculturales.

Revisa esta información, pues lo que sigue está por demás interesante.

Don Emilio Garza

lunes, 2 de diciembre de 2013

El corazón, un órgano con inteligencia "neurocardiología"


Hoy iniciamos un nuevo tema que tiene absoluta relación con el Mindfulness y trata acerca de la Inteligencia del Corazón.


Pascal planteó que el corazón tiene razones que la razón no entiende. Para jurar se lleva la mano al corazón, a la intuición se le dice corazonada, de alguien bueno decimos que tiene un corazón de oro y cuándo amamos a alguien le decimos: te amo con todo mi corazón. La pena nos parte el corazón, el miedo lo hace encogerse y con la alegría nuestro corazón salta... 

¿Simples metáforas poéticas? Parece demasiada coincidencia ¿No?... 
¿No será que nuestro corazón sabe, siente y responde en sentido real? 
Eso es lo que parece indicar la investigación de una ciencia emergente: la neurocardiología. 

Esta nueva línea de investigación indica que el corazón posee una forma de inteligencia diferente a la atribuida al cerebro, con mucha más influencia en nuestra vida de la que podemos imaginar: ambas inteligencias, la del cerebro y la del corazón, se complementan pero parece que el puesto de mando se sitúa en el corazón. 
Conectar con la inteligencia del corazón supone adquirir una mayor sabiduría e inteligencia para vivir. Mientras que la inteligencia del cerebro tiende a analizar y a separar en partes, la inteligencia del corazón busca la síntesis. 

La idea de que podemos pensar con el corazón ya no es sólo una metáfora sino que es, de hecho, algo muy real. La investigación científica está apuntando a que el corazón es fundamental como centro de inteligencia en los seres humanos. 

Los biólogos moleculares nos dicen que el corazón es la glándula endocrina más importante del cuerpo. En respuesta a nuestra experiencia del mundo, produce y libera una hormona importante, ANF (Atrial Natriuretic Factor) (Factor Natriurético Atrial), que afecta profundamente las funciones del sistema límbico o “cerebro emocional”. Esto incluye el área del hipocampo donde la memoria y el aprendizaje tienen lugar, y también los centros de control de todo el sistema hormonal. 

Los neurocardiólogos han encontrado que del 60 al 65% de las células del corazón son en realidad células neuronales, y no células musculares como se creía anteriormente. 
Son idénticas a las células nerviosas en el cerebro, operando a través de los mismos enlaces, los ganglios, con las mismas conexiones dendríticas-axonales que en el cerebro, y utilizan los mismos neurotransmisores. 
Cambiando nuestra conexión con el corazón podemos modificar también el cerebro: si las señales cardiacas son caóticas, este caos se refleja en ciertas áreas cerebrales; si aprendemos a gestionar estas señales y a transformarlas en señales coherentes, se abren cerebralmente también nuevos campos de percepción que nos permiten pensar con más claridad. 

Nuestras percepciones entonces cambian y podemos ver más aspectos de la realidad y relacionarnos con ella de forma más profunda y satisfactoria: somos más conscientes de lo que pasa alrededor nuestro, más sensibles hacia los demás y aumenta nuestra autoconsciencia de lo que sentimos y pensamos. 

En realidad, de una forma intuitiva y sabia, esta conexión corazón-cerebro y su poder para grandes transformaciones, no es algo nuevo. 

Como sucede a menudo, la ciencia confirma lo que la humanidad sabia conocía desde hace miles de años: el poder transformador de soltar la experiencia de vivirnos “fragmentados” y recuperar la experiencia del todo integrado que somos. 

Esto es exactamente lo que sucede cuando nos vivimos desde una atención sostenida, desde una consciencia ecuánime, desde una experiencia Mindfulness.

Corazón roto 

Investigadores de la Facultad de Medicina Johns Hopkins probaron que se puede morir por un “corazón roto”. Estudiaron pacientes con arterias sin coágulos que sufrieron infartos después de cuadros de estrés emocional por la pérdida de la pareja. Encontraron que los niveles de hormonas del estrés en sangre eran tres veces más altos que los de las víctimas de infarto convencionales. Son conocidos los casos del “síndrome del corazón roto”, en el que el cónyuge que sobrevive, fallece también al poco tiempo, como si la muerte de uno precipitara la del otro.

Seguiré tratando este tema en las siguientes intervenciones.

Don Emilio Garza