viernes, 28 de febrero de 2014

Será posible... ¿los seres humanos tenemos un corazón inteligente?


Después de unas semanas de silencio escrito en el blog debido al desarrollo de un elaborado trabajo de Mindfulness, hoy regreso para continuar compartiéndote información referente a nuestro tema de Atención Plena, es decir, MINDFULNESS.

Muy pronto se cumplirá un siglo en que Rudolph Steiner, filósofo y pensador austriaco fundador de la Antroposofía -consiste en el conocimiento que quisiera conducir lo espiritual en el hombre a lo espiritual en el universo. Pueden ser antropósofos quienes sienten determinadas cuestiones sobre la esencia del hombre y del mundo como una necesidad tan vital como la que se siente cuando tenemos hambre y sed-, anticipó que el mayor descubrimiento de la ciencia del siglo XX sería que el corazón no es una bomba, sino mucho más, y que el gran desafío de los siglos venideros de la humanidad sería permitir al corazón enseñarnos a pensar de una manera nueva. En nuestros días esto se está confirmando de forma clara desde una base científica. Veamos cómo... 

El corazón hace mucho más que bombear sangre al organismo. En realidad está muy ligado a procesos de regulación y sanación de diferentes formas: influye en la presión sanguínea, produce hormonas y genera un campo de comunicación electromagnética. La función cerebral está íntimamente relacionada con él. El corazón funciona como una verdadera y potente centralita que envía señales al resto del cuerpo. De hecho, es el primer órgano en formarse en el feto, en el plazo de unos diez días después de la concepción, y se cree que proporciona el campo electromagnético del que el ADN depende para operativizar sus instrucciones. 

El corazón empieza a latir en el feto mucho antes de que se forme el cerebro. Los científicos no saben exactamente qué es lo que hace que empiece a latir. Parece que de alguna manera el primer impulso lo da el latido de la madre y luego el corazón se hace autorrítmico y empieza a latir por sí mismo. El latido cardiaco se genera desde el mismo corazón y no necesita estar conectado al cerebro para seguir latiendo. Se ha descubierto que en el corazón hay alrededor de 40.000 neuronas que conectan directamente y sin intermediarios el corazón y el cerebro, especialmente la zona relacionada con las emociones, dando lugar a un diálogo permanente corazón-cerebro del que ni siquiera somos conscientes. Literalmente pues hay un “cerebro” en el corazón. 

En la década de los 90, el neurocardiólogo J. Andrew Armour acuñó el concepto del “heart brain” (cerebro del corazón): un sistema nervioso cardiaco con neuronas, neurotransmisores, proteínas y células de apoyo similares a las que se encuentran en el cerebro, mediante el cual el corazón aprende, recuerda, siente y percibe de forma autónoma. Está directamente comunicado con nuestro cerebro emocional, y posee una propiedad asombrosa, la capacidad de intuición: el corazón reacciona a un estímulo “antes de que se produzca”, y antes de que la información llegue al cerebro. 

Nuestro corazón origina además un campo electromagnético cien veces mayor que el del cerebro, que influye en el entorno según la información que transmita. También se ha comprobado que alberga memoria de corto y medio plazo, que nos permite tomar decisiones funcionales y rápidas sin el concurso del cortex cerebral. El corazón es, además, unos de los órganos endocrinos más importantes del cuerpo: produce al menos cinco hormonas fundamentales. 

Quién lo hubiera pensado, que hemos crecido ante la frase "hay que pensar con la cabeza y no con el corazón" y ahora resulta que quienes hemos aprendido a "escuchar al corazón" muy probablemente estamos aprendiendo a sacarle provecho a esa inteligencia que pone a nuestro servicio éste noble órgano que se convierte en parte vital de nuestra existencia.


Por otra parte, nuestro corazón es el órgano que genera más electricidad del cuerpo, aproximadamente cien veces más que el cerebro. 
Esta energía eléctrica no solo se transmite a todas las células, sino que se proyecta hacia el exterior, creando un campo electromagnético que envuelve nuestro cuerpo 360 grados. De hecho, es posible realizar un electrocardiograma a un metro de distancia del cuerpo. 
Ahora sabemos que este campo que nos envuelve cambia según la experiencia emocional que estamos teniendo: sentimientos como la frustración o la rabia producen un campo caótico, mientras que estados emocionales como el amor o la compasión generan campos muy diferentes, más estructurados. 
Siempre pensamos que el sistema de entrada de información estaba por completo en el cerebro, pero ahora estamos descubriendo que es el corazón el que recibe información en primer lugar y luego la transmite al cerebro. Podemos hablar de una inteligencia cardiaca, muy rápida, intuitiva y práctica, que nos orienta en decisiones sin que sepamos muy bien como han surgido. 

Siempre está ahí, pero nuestro conflicto es que nos hemos desconectado de la inteligencia del corazón. 


Por ahora, aquí termino esta entrega. Hasta pronto.

Don Emilio Garza

martes, 21 de enero de 2014

Somos Energía


Hola, hoy tocaré un tema que a veces es escabroso para algunas personas, ante tantas creencias basadas en "lo que se oye" y que pocas veces nos damos el trabajo y la oportunidad de investigar en fuentes fidedignas y autorizadas.
Me refiero al tema relacionado con nuestra composición energética.

Comenzaré por compartirte una cita:

Todo lo que nos rodea, incluidos nosotros mismos, está hecho de energía.

Einstein


La idea de cambio, de flujo, es muy antigua. Este lenguaje en términos de energía ya estaba presente en Heráclito, Platón o Spinoza. El ser vivo es un sistema auto-organizado que vibra, evoluciona, se armoniza o desarmoniza (enferma) y se relaciona, hasta que la energía vital abandona la materia que le da forma. La materia no es más que “un estado concreto de la energía”, la realidad es fluctuante y la creatividad no es tanto un rasgo personal como un flujo de energía transformadora. Esta energía vital se transforma pero, de alguna forma, subsiste como una huella que perdura de diferentes modos. 

La experiencia y la sabiduría de un ser querido que desaparece, no quedan desvanecidas en la nada, sino que su huella queda ahí, lo mismo que todas las cosas que alguna vez han sucedido en el universo: Nada hay en el mundo que se pierda sin dejar huella. 
I. Laszlo 

Nuestra creencia de que sólo lo que vemos con nuestros ojos es lo que existe, se atrinchera resistente a admitir otras realidades, aunque tengamos mil ejemplos cotidianos que lo demuestren.
¿Caemos en la cuenta de la inmensidad de ondas invisibles que cruzan el espacio a cada momento? Nuestros teléfonos móviles, la televisión, la radio o internet no serían posibles sin ellas... ¿Cómo podrían funcionar si no existieran flujos de energía en forma de ondas? 
Numerosas observaciones constatan la inquietud de animales antes de que se produzca una tormenta o un terremoto; evidentemente, no han oído la predicción meteorológica, pero son sensibles a la variación de los campos eléctricos de la atmósfera que anuncia la perturbación que se aproxima. 
Los tratamientos sanadores que utilizan los canales energéticos del cuerpo humano para curar, como puede la acupuntura, apuntan también en esta dirección. 
El sexo es energía: energía mental, emocional y corporal; las sensaciones que acompañan al sexo tienen en su base una potente carga energética. Cada átomo que compone cada molécula que forma cada célula... tiene un nivel concreto de vibración, una carga energética. Cada una de nuestras células es pura energía. Somos esencialmente energía.

La mirada objetiva, estática y el trato como cosa a la que nos tiene acostumbrados el llamado realismo científico, comienza a tambalearse a la luz de nuevos saberes que van desde la neurociencia a la transpersonalidad, y de la física mecánica a la física cuántica. Somos energía. Todo puede explicarse en términos de campos de energía y su fuerza transformadora. También los fenómenos mentales como el pensamiento o la creatividad pueden ser interpretados en términos de flujo de energía, un constructo tan útil como la motivación, la inteligencia, la creatividad o el rendimiento.

Saturnino de la Torre, 
catedrático de didáctica de la Universidad de Barcelona.


Los seres humanos parecemos estar enlazados de manera sutil y eficaz, (¿recuerdas la inteligencia distribuida?), como postula Rupert Sheldrake en su teoría de la resonancia mórfica: la energía es el principio del cambio, es el principio causal del proceso de transformación...

Está en la base del tiempo, del cambio, de la interconexión de todo y todos, del devenir... El flujo vibracional es el punto de encuentro entre la naturaleza personal- individual y el estado energético de nuestro entorno.

Las personas creativas simplemente captan la vibración que surge de esta interacción sin censuras, y la transforman en nuevas propuestas y desarrollos sorprendentes e innovadores. 

Observa lo siguiente:

Paul Deslauriers, ingeniero y consultor de desarrollo organizacional, atribuye la eficacia de los grupos y organizaciones a su capacidad de situarse en la “zona de alta frecuencia energética”. Quien se sitúa en esa franja, ya sea persona, grupo, organización o sociedad, alcanza cotas de rendimiento, de éxito y de evolución muy satisfactorios:

“Todo consiste en energía. Cuando hablamos de energía pensamos en una fuerza invisible, indefinida, pero incluso los objetos sólidos son intensos sistemas de energía. Lo que llamamos sentimiento o humor, son de hecho, flujos de energía”.

Nuestro cuerpo es un campo energético que contiene patrones de información. Todos los órganos generan sus propios campos energéticos específicos, pero hay un órgano concreto que genera un campo que afecta a todo el resto del cuerpo: es el corazón, el emperador del sistema, el que lo gobierna todo. 
El corazón está constantemente emitiendo ondas de calor y presión, sonido, luz, señales eléctricas, magnéticas y electromagnéticas. Todas las células del cuerpo reciben en diferentes momentos estas señales que viajan a diferentes velocidades por el sistema circulatorio. 
Una nueva ciencia ha emergido, la cardiología energética, que afirma que todas las señales que emite el corazón son fundamentales para el funcionamiento total del organismo. Y estas señales, están íntimamente ligadas a eso que llamamos “inteligencia”.

Por ahora aquí termino mi entrega, espero te sea de interés.

Don Emilio Garza

miércoles, 15 de enero de 2014

Teorías acerca de la Inteligencia

Después de algunas semanas de receso, continuo con nuestros temas acerca del Mindfulness.
Es importante que toquemos el tema relacionado con la inteligencia, siendo precisamente el Mindfulness una herramienta para optimizar este elemento que forma parte de nuestro ser.

Desde que en 1912 William Stern propusiera su fórmula para medir la inteligencia en forma de “cociente intelectual” (CI) ha transcurrido mucho tiempo. El CI ha dominado durante décadas los estudios sobre inteligencia y ha determinado las expectativas sobre nuestros niños a modo de “profecía autocumplida”. El método era simple: en función de los resultados obtenidos en ciertas pruebas lógicas, se obtenía una “edad mental” de cada sujeto que, dividida por su edad cronológica y multiplicada por 100, daba el CI. Se consideraba que la puntuación media de 100, con una desviación de 15 puntos por ambos lados, era una inteligencia “normal”. Aunque aún se sigue utilizando este procedimiento, es cada vez más cuestionado, pues está demostrado que su resultado depende de factores como el ambiente cultural del contexto, el desarrollo verbal del niño o su grado de integración escolar.

Progresivamente los intentos de comprensión de esta capacidad que llamamos inteligencia, se han ido abriendo, y surgen otras explicaciones mucho más integradoras que tienen en cuenta no solo los aspectos lógicos, sino toda una gama de posibilidades a veces sorprendentes. Vamos a detenernos brevemente en algunas de las más significativas por sus aportaciones y su acogida en la comunidad científica:

- Inteligencia Triple: Sternberg (1986) argumenta que la inteligencia humana abarca una amplia variedad de habilidades que determinan nuestra efectividad en muchas áreas de la vida. Para él, existen tres tipos básicos de inteligencia: la analítica, que se refiere a procesos mentales para adquirir nuevos conocimientos, resolver problemas y realizar tareas con eficacia; la creativa, que involucra la capacidad para adaptarse a nuevas situaciones, usar conceptos o combinar información novedosamente; y la práctica, que facilita el éxito en el mundo personal y práctico debido al desarrollo de una especial sensibilidad y flexibilidad para la adaptación al medio.

- Inteligencia Distribuida: Salomon (1993) y Resnick y Collins (1996) hablan de un “saber compartido”, en el que el pensamiento está situado y distribuido socialmente. La Inteligencia Distribuida está constituida por los recursos cognitivos del ser humano concreto junto con todas las herramientas que ha desarrollado a lo largo de su evolución como especie. Edwin Hutchins y sus colaboradores de la Universidad de San Diego al final de los años 80 son los pioneros en esta línea emergente de estudio. Afirman apoyados en los resultados de sus estudios que localizar la inteligencia sólo en un cerebro es un error. Lo que vienen a confirmar numerosos ensayos es que la inteligencia se comprende mejor cuando se considera “un fenómeno distribuido”: no solo se nutre de nuestros entornos personales, de libros, cursos o enseñanzas varias, sino que está claramente influida por la inteligencia y los modelos mentales de las personas cercanas.

- Inteligencia Emocional:
Daniel Goleman (1997) alcanzó gran popularidad con su teoría, en la que definió la inteligencia emocional como “la capacidad para reconocer sentimientos en sí mismo y en otros, y la habilidad para gestionarlos en diferentes situaciones”. Hay cinco rasgos centrales cuyo desarrollo es determinante: el conocimiento de las emociones propias (autoconciencia), el manejo de las emociones (autorregulación), el uso de las emociones para motivarse (automotivación), el reconocimiento de las emociones de los otros (empatía) y el manejo de relaciones (socialización).

- Inteligencia Múltiple:
Gardner (1999) plantea una concepción pluralista, reconociendo un conjunto de habilidades, talentos o capacidades mentales a los que denomina “inteligencias”, cada una entendida como un potencial que se activa en situaciones concretas. Identifica ocho inteligencias distintas: musical, cinético-corporal, lógico-matemática, lingüística, espacial, interpersonal, intrapersonal y naturalista. Todas las personas son diferentes en el grado en que poseen estas inteligencias y en su combinación. 

Por ahora termino esta entrega y pronto continuaré con el tema.

Don Emilio Garza