Cierto grado de estrés sirve para estimular al organismo y le permite alcanzar sus objetivos volviendo a la normalidad cuando el estímulo ha terminado. Si esto es eventual, no habrá complicaciones, pues el organismo tiene la capacidad para recuperarse, pero si esto se vuelve habitual, en intensidad o duración, puede suponer la aparición de trastornos psicosomáticos. Esto hace importante que aprendamos a relacionarnos con el estrés de manera saludable, recuperando de él la fuerza creativa y motivacional al experimentarlo en su justa medida y aprendamos a manejarlo en situaciones potencialmente dañinas para nosotros.
Las dos caras de la misma moneda
Los dos aspectos del estrés, es decir su componente motivacional y creativo y su componente potencialmente dañino se han estudiado e identificado como las dos caras de la moneda llamada estrés.
- Eustrés: también conocido como "estrés positivo", es el que provoca que mantengamos nuestra mente abierta y activa. Tiene relación con la tensión interior necesaria para conseguir objetivos, para permanecer activos y creativos para cambiar.
- Distrés: al que algunos llaman "estrés negativo", representa al estrés que nos desequilibra y tensiona más allá de la sana medida y que desencadena una alteración fisiológica y psicológica que nos paraliza, agobia y dificulta nuestra vida.
Según se manifiesta distinguimos el "estrés agudo" como una reacción fisiológica y momentánea necesaria frente a una situación de peligro, y el "estrés crónico" que sería la reacción que permanece en el tiempo con consecuencias dañinas, siendo el más destructor y que provoca desmotivación, agotamiento e incluso depresión.
Cuando el estrés se ha instalado en nuestra vida de manera habitual, podemos hablar realmente de "síndrome de estrés", que depende de varios factores interrelacionados: primero hace falta un agente estresor, interno o externo, lo suficientemente intenso como para que me exija una respuesta.
Dependiendo de la intensidad con la que cada uno percibe, el mismo agente estresor podrá provocar respuestas de placer, incomodidad, ansiedad, miedo o pánico.
En segundo lugar, el estímulo habrá de ser percibido como una amenaza desde un punto de vista subjetivo, lo que no tiene porqué coincidir con una amenaza objetivo: puedo percibir como amenaza un simple saltamontes y para nadie más lo és, pero para mi no es negociable que un saltamontes sea una amenaza.
En tercer lugar se requiere la percepción, real o imaginaria de que existe la carencia de los medios o recursos necesarios para hacer frente a esa amenaza con relativa soltura y facilidad. Si el estímulo es efectivamente agresor y se mantiene en el tiempo, el cuerpo pasará por diferentes fases en la búsqueda de su respuesta.
En cada una de ellas, las posibilidades de continuar hacia un efecto dañino o afrontarla de forma saludable, requerirá diferentes estrategias por nuestra parte.
Para terminar esta entrega dejo el siguiente gráfico:
Hasta pronto.
Don Emilio garza
Muy claros los tres elementos.
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