El origen histórico del concepto de estrés con el significado que hoy le damos, surge de la investigación de Hans Selye en 1936, quien desde estudiante de medicina encontró que todos los enfermos que atendía presentaban síntomas comunes y generales tales como cansancio, insomnio y pérdida de apetito entro otros. A este conjunto de síntomas le llamó "síndrome general de adaptación". Después de su posgrado concluyó que muchas enfermedades de tipo orgánico y trastornos emocionales o mentales no eran sino la manifestación de cambios fisiológicos resultantes de un prolongado estrés o tensión en ciertos órganos de choque, aventurando que las alteraciones podrían ser genéticas o por la constitución física del paciente.
Encontró también que el estrés hace referencia a la velocidad a la que se producen los procesos corporales de desgaste": es como revolucionar el motor o pisar el acelerador del organismo, en preparación para la acción, mediante una actividad muscular o de otro tipo.
En cuanto a etimología, "estrés" procede del inglés medieval "stresse" (presión, tensión"), del francés antiguo "estresse" (estrechez), del latín vulgar "estricta" y "strictus" (ajustado, estrecho), participio pasado de "stringere" (ajustar, estrechar).
Según la Health and Safety Commision británica, "el estrés es la reacción de las personas a presiones excesivas u otro tipo de exigencias con las que se enfrentan". Es un término empleado en física para describir la presión ejercida de un cuerpo sobre otro, por lo cual uno de ellos puede sufrir graves daños.
El estrés es la respuesta adaptativa del organismo ante ciertos estímulos, a los que llamamos estresores, que pueden ser físicos o psicológicos, reales o imaginarios, pero que desencadenan una sucesión de fenómenos estereotipados e inespecíficos.
Es una respuesta automática que depende de la percepción individual y de los recursos disponibles subjetivamente para enfrentar la situación.
Realmente, estrés es sinónimo de cambio: aparece como respuesta del organismo para protegerse, adaptarse y reajustarse ante nuevas circunstancias.
Cualquier suceso que genere una respuesta emocional puede causar estrés, tanto si se trata de situaciones percibidas como positivas o como negativas. En respuesta a situaciones de peligro el organismo se prapara para combatir o huir, para responder oportunamente y poner nuestra vida a salvo. Pero la respuesta que en situaciones de peligro real puede salvarnos la vida, se convierte en un enemigo cuando se extiende en el tiempo.
Para terminar esta entrega, te dejo esta reflexión:
"Cuando consideramos que somos dueños de la situación, el estrés se convierte en la sal de la vida, en un desafío y no en una amenaza. Cuando nos falta esta sensación, el estrés puede suponer una crisis, lo que es malo para nosotros, para nuestra salud y para nuestra empresa. Si vivimos así nuestro trabajo cotidiano, ello afectará a la velocidad a la que se producen los procesos corporales de desgaste: es el beso de la muerte".
Don Emilio Garza