El tema que hoy desarrollo tiene que ver con la fuerza que tiene el deseo, basta con reconocer que "el mundo se mueve por el deseo".
Observa esto, no habríamos nacido de no ser por el deseo sexual y sin el deseo, moriríamos. Piensa que existe el deseo de amar, de estar conectados, de comprender, de crecer. De hecho, cuando la persona pierde el deseo de vivir, hay casos donde se tira de un puente o se toma un frasco de pastillas intoxicantes completo. Básicamamente "necesitamos desear". Pero por otra parte, el deseo puede convertirse en una prisión que condicione nuestra vida si no lo manejamos con sabiduría.
De ninguna manera se trata de deshacernos del deseo, sino de aprender a diferenciar el deseo saludable de aquel que nos causa dolor.
Para lograr esto, necesitamos sentir cómo funciona en nuestro cuerpo y en nuestra mente.
Mira, cuando el deseo nos atrapa, logra condicionar y dirigir nuestra vida, casi al nivel de tiranizarse, gobernando y usurpando nuestra libertad, puede ser una verdadera adicción, de tal forma que no importe cuánto hagamos por colmar ese deseo y aún así la satisfacción sea imposible.
Atiende a esto: para lograr liberarnos y equilibrar nuestros deseos, requiere de investigar y estar dispuestos a trabajar con ellos buscando la mejor forma para cada uno, si tendemos a excedernos fácilmente en un deseo tras otro, nuestra atención habrá que orientarla a entrenarnos en soltar; pero si descubrimos que tenemos miedo desear, que fuimos condicionados para ignorar o suprimir nuestros deseos, el camino será atender cuidadosamente a nuestras necesidades.
Por otra parte, un sueño o una meta poderosa, son también una forma de deseo, por ejemplo la meta de estudiar una profesión, escribir un libro o ganar una competencia. Si los asumimos de manera saludable desde la dedicación y el compromiso, este tipo de deseos nos conducen a superarnos. Entonces, que nos lleven a la satisfacción saludable o a la infelicidad dañina, depende de la forma en que nos relacionemos con ellos.
Ojo: la clave pasa por ir más allá de los extremos de sentirnos entumidos por no sentir deseo o en caso contrario, por perdernos indiscriminadamente en ellos.
Observa esto: las investigaciones han demostrado a que lo simple y la felicidad caminan paralelamente. Realmente ya tenemos todo aquello que deseamos. Al darnos cuenta de esto, comprendemos la vida desde un sentido genuino de abundancia: "una abundancia interna que nos transmita un sentimiento de merecimiento, valía y tranquilidad, de tener algo qué ofrecer al mundo y disfrutar de hacerlo". Sin esta consciencia podemos estar rodeados de abundancia y sentirnos en la miseria más absoluta.
Con la práctica de la atención plena podemos ser testigos de este surgir y desvanecerse de nuestros deseos.
Aceptamos amablemente las sensaciones corporales, los estados emocionales y las historias de nuestros deseos sin juzgarlas.
Cuando prestamos atención al deseo, su energía se intensifica e intenta arrastrarnos; si no nos apuramos a satisfacerlo simplemente estando presentes, la incomodidad comienza a desaparecer, la urgencia comienza a desvanecerse.
Después de esto, sucede una sensación de alivio, de paz en la mente y el cuerpo, además de sencillamente descubrimos que nuestro estado natural es estar completos y más allá del deseo.
Reflexiona sobre lo anterior, verás cómo acomodarás ideas.
Por hoy termino, seguiré escribiendo.
Don Emilio Garza
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